Solo quedaba un fino halo de sol.
Las hojas caían en un remolino feroz movido por el viento,
los pájaros echaban el vuelo y los insectos se refugiaban,
las flores morían,
y cada vez todo era más frío y más muerto.
Las mañanas se hacían escarcha,
las noches se tornaban hielo.
Luz clara, blanca, brillante.
Nueves grises y homogéneas.
El suelo blanco
y el humo saliendo de las chimeneas,
lento y nostálgico, con olor a hogar,
a calor, a vida, muerte.
Las calles desiertas
y solo un vago rumor
de voces que contaban historias.
Y luego el agua,
los charcos,
la tierra mojada,
el renacer de las flores,
la lluvia acabada.
Nacen los pastos
y a su vez las crías.
Poco a poco, todo vuelve a la vida,
Vuelve como antes,
resurge de esa fría y catastrófica muerte.