Ella.
Pálida,
pequeña,
frágil,
pero fuerte.
Ella.
Rebelde,
con su pelo rojo
como el fuego;
fuego, como su alma.
Ardiente.
Ella.
Natural,
libre,
revolucionaria.
Sus palabras, hirientes,
se llevaban todo por delante
pero, aun así,
hacían que todos la adorasen.
Sonreía a los hombres,
flirteaba con las mujeres
y se llevaba a la cama
a quien le supusiese un mayor reto.
Con sus ojos
grandes,
negros,
cargados de mentiras,
te pedía lo que las palabras no hacían
y tú, como siervo;
y ella, como tu señor,
obedecías cada orden
expresada en condicional.
Ella
te manipulaba,
te utilizaba,
y tú te dabas cuenta,
pero hacías todo para complacerla,
para que te hiciese un hueco,
para obtener su atención.
Ella era así,
y yo lo sabía,
pero aun así,
estaba enamorada de Ella.
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