Homicidio silencioso

Una mujer baja apresuradamente por la calle. Es una mujer alta, delgada, toda vestida de negro.
Corre sobre sus grandes botas por la calle oscura y mojada. Lleva una pistola en la mano. Una automática, con silenciador. Sea lo que sea lo que ha hecho en ese piso del cual acaba de salir era premeditado.
Cuando llega al final de la calle decelera y para frente a un coche. Un Hummer H2 negro con los cristales tintados. Abre la puerta del copiloto y se sube. El coche arranca y se va.

El el piso, un hombre está en el suelo.
Unos documentos sobre la mesa. Bueno, unos documentos no, solo carpetas vacías. Los documentos están, si, pero en el suelo, en un montón revuelto que es consumido por el fuego y del que luego solo quedarán cenizas.
El hombre tiene tres marcas de bala en su torso. Se está desangrando. Dudo que llegue a vivir mucho más de un par de minutos.

Se empiezan a oír sirenas. Los vecinos han debido llamar a la policía al oír algún ruido.
Ya es tarde; el hombre ya está muerto, los documentos perdidos, la mujer ya se ha ido.
Suena un chasquido y la puerta se abre. Por ella entra un joven y prepotente inspector de la policía. Probablemente es su primer caso sin un superior supervisando.
Al entrar, pisa la única pista que la mujer había dejado de su estancia en la habitación y, con ella, desaparece la última prueba.

La policía busca y busca pruebas entre las cosas pero no llegan a encontrar nada. No se dan por vencidos pero yo se la verdad. Se que este es otro caso inconcluso, otro caso sin resolver que se llenará de polvo en alguno de los almacenes de la policía.
Dentro de unos meses ya nadie volverá a pensar en él.
Dentro de nos meses todos habrán olvidado aquel caso imposible.
Y, dentro de unos meses, la mujer volverá a actuar.